Como había que alimentar a nuestros caballos, aproveché para acostarme a la sombra de un cedro, donde me dormí en seguida. Olenetiev vino a despertarme después de dos horas de sueño. Al levantarme, noté que Dersu había partido leña y recogido cortezas de árbol, depositándolo todo en la barraca. Me imaginé que quería incendiarla y creí mi deber disuadirlo de este capricho. Por toda respuesta, él me reclamó una pizca de sal y un puñado de arroz. Curioso de conocer sus intenciones, le di lo que me pedía. El gold envolvió cuidadosamente entre las cortezas algunos fósforos, puso la sal y el arroz en otro pedazo de corteza y suspendió los dos paquetes de un muro interior de la construcción. A continuación, aplastó la corteza y estuvo presto para partir.
-Entonces, ¿tú cuentas con volver por aquí?- le pregunté.
Como él me contestó con un signo negativo de cabeza, le pregunté para quién dejaba el arroz, la sal y las cerillas.
-Algún otro va a llegar hasta aquí- respondió el gold-. Verá esta barraca y se sentirá feliz de encontrar madera seca, cerillas y algo que comer para no morirse.
Me sentí profundamente conmovido. Así que Dersu pensaba de antemano en algún caminante desconocido. Sin embargo, él no vería jamás a ese ser anónimo y éste, a su vez, no sabría en absoluto a quién debería agradecer el fuego y el alimento.
Vladimir Arseniev. Dersu Uzala
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