martes, 11 de octubre de 2011

Vladimir Ilich, Lenin

Es tiempo
comienzo
el relato sobre Lenin.
No porque
no haya pena
más grande,
es tiempo
porque
la honda tristeza
sea ya
dolor claro y consciente.
Tiempo,
vuelve
a flamear los lemas leninistas.
¿Es justo
derramar
lágrimas y lágrimas?
Lenin sigue siendo
el hombre
más vivo entre los vivos. Es
nuestra sabiduría,
nuestra fuerza
y el arma que blandimos.
Los hombres son como barcas,
aunque sin agua.
Mientras
vivimos
se nos pegan
a los costados
muchos
caramujos sucios.
Y después,
sorteada ya
la tempestad furiosa,
te sientas
bajo el rayo del sol
y te quitas
la barba verde
de las algas
y la barba lila
de las anémonas.
Yo también
me limpio
para semejarme a Lenin
y seguir remando
por la revolución.
(...)
La calle
parece una herida abierta...
Aquí
cada piedra
pisada
por los primeros ataques de octubre,
conoce a Lenin.
Aquí
todo
lo que cada bandera
ha embellecido,
fue comenzado
y ordenado por él.
Aquí
cada torre
ha oído a Lenin
y lo habría seguido
a través del fuego y del humo.
Aquí
cada obrero
sabe quién es Lenin:
exponed los corazones
como ramas de abetos.
Nos llevaba al combate,
anunciaba las conquistas,
y así
el proletariado es dueño de todo.
Aquí
cada campesino
ha inscrito
en su corazón
el nombre de Lenin
con más ternura que en las calendas de los santos.
(...)
La seda de las banderas flameantes
se inclina,
para rendir
los últimos honores:
'Adiós, camarada,
has terminado
tu honrado y valiente camino'
Horror.
Cierra los ojos,
no mires,
como si andases
sobre una cuerda de seda.
Como si
por un instante
estuvieses
a solas
con una inmensa
y única verdad.
Soy feliz.
El agua sonora de la marcha
lleva
su cuerpo sin peso.

que en adelante
y para siempre,
ese momento
vivirá
en mí.
Feliz
de ser
una partícula de esta fuerza
que tiene en común
hasta las lágrimas de los ojos.
Imposible
que la comunión
en el inmenso sentimiento
llamado
clase,
sea más fuerte,
más pura.
(...)
Y la muerte
de Ilich
fue
un gran
aglutinador de comunismo.
Por encima de los troncos
de un enorme bosque,
millones
de manos
sosteniendo su asta
-la Plaza Roja-
la bandera roja
se eleva,
arrancándose
con una terrible sacudida.
De esa bandera,
de cada uno de sus pliegues,
nos llega,
vivo de nuevo,
el llamamiento de Lenin:
-¡En fila,
proletarios,
para el último cuerpo a cuerpo!
¡Esclavos,
enderezad
vuestras rodillas hincadas!
¡Ejército de proletarios,
adelante y en orden!
¡Viva la revolución
alegre y rápida!
Esta
es la única
gran guerra
de todas
las que la historia ha conocido.

Vladimir Maiakovsky

No hay comentarios:

Publicar un comentario