—No hubo ninguna conversión en el lecho de muerte", dijo Druyan. "Ni pedidos a Dios, ni esperanza de una vida después de la muerte, ni nada de simular que él y yo, inseparables por veinte años, no estuviéramos diciéndonos adiós para siempre.
—¿Él no quería creer?
—Carl nunca quiso creer —respondió ella con fiereza—. Él quería saber.
Ann Druyan
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