Puso a disposición de los hombres lo que tenía de inteligencia
(Poco o mucho, pues no es de eso de lo que se trata),
Y quedan por ahí algunos papeles y algunas ideas y algunos amigos
(Y quizás hasta algunos alumnos, aunque esto es más dudoso)
Que podrán dar fe de ello.
Les entregó lo que tenía de coraje
(Poco o mucho, pues tampoco es de eso de lo que se trata).
No faltará algo o alguien
Que pueda verificarlo.
Se sabe que deploró de veras no haber estado la madrugada de aquel 26 entre los atacantes al cuartel,
No haber venido en aquel yate,
No haberse alzado en la montaña.
No haber sido, en fin, de los elegidos.
Pero, como se ve
(Espero que el epitafio pueda llevar esta oración sin forzar la realidad),
Hizo su parte, llegado el momento.
Se sabe también que lamentó no haber escrito
“Nuestra América”, Trilce, El 18 Brumario
(¿Para qué hablar del Capital?)
Aunque tú, lector, recuerdas
Probablemente
(Sobre este adverbio no debe insistirse mucho)
Aquella página.
Se equivocó más de una vez, y quiso sinceramente hacerlo mejor.
Acertó, y vio que acertar tampoco era gran cosa.
De todas maneras, llegado al final, declaró que volvería a empezar si lo dejaran.
De él en vida se dijo bien y mal, y con los años, ésos en los que
Todo se va borrando y confundiendo,
No faltará quien lo mencione de modo que lo hubiera complacido,
Mezclando su nombre con otros nombres, bajo el epígrafe revolución.
(Se ruega a los obituaristas vocativos de siempre
Simplificar lo más posible estas sugerencias.
Y, por favor, no precipitarse.)
Roberto Fernández Retamar
No hay comentarios:
Publicar un comentario