Viejo en su prisión de viejos huesos
me encontraste el corazón.
Un punto, al amor se abrieron sus ventanas.
Me has dado, ciego, contemplarte;
sordo, en el silencio, oír tu risa;
sin piernas ya, seguir tus pasos.
Desaparecida la memoria, relumbras,
presente, como eterna.
Y recién nacido, por cantarte,
el mudo inventa las palabras.
Rubén Bonifaz Nuño
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