Cada alimento me parece sagrado por todo lo que hace pasar a mi sangre de fuerza poética.
No puedo olvidar la humildad de la huerta en que se hundió la odorífera zanahoria; ni el verdor del prado en que el buey, cuya carne como ha vivido; ni la cabaña sembrada de hojas secas, hundidad en el corazón de la montaña herbosa, en que este queso fue cuajado; ni el vergel done, en la calidez de las vacaciones, una muchacha entre las frambuesas, olvidó su boca ardiente sobre la de su prometido.
El vino me comunica el paisaje púrpura y la alegría de los que cortaron, cantando, los racimos suaves. Conozco las soledades en que mana el agua que bebo y los bosques que la rodean.
Es preciso que yo sepa que los platos que contien estos alimentos han salido, como ellos , de la tierra.
El comedor, éste es el lugar donde tomo conciencia de las cosas.
Francias Jammes, poeta francés
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