Este hombre sin pan, ese sin luces y aquel sin voz
equivalen al cuerpo de la patria,
a la herida y su sangre abotonada.
Contemplen el despojo:
nada nos pertenece y hasta nuestro pasado se llevaron.
Pero aquí viviremos.
Con la linterna mágica del hijo que no ha vuelto
abriremos de par en par la noche.
De la nostalgia por lo que perdimos
irmeos construyendo un sueño a piedra y lodo.
Guardamos, los vencidos, ese sabor del polvo que mordimos.
Junto a esto
que a veces es algo menos que triste,
bajo un árbol,
desnudos si es preciso, moriremos.
Roberto Sosa
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