Muchos de aquellos que se han pasado la vida en las ciudades, sin ocasión de ir al campo en esta estación, jamás han visto la flor o, mejor dicho, el fruto maduro del año. Recuerdo haber cabalgado con uno de esos ciudadanos, a los que, a pesar de que llegaba un par de semanas demasiado tarde para los colores más esplendorosos, el fenómeno lo cogió por sorpresa; nunca había oído hablar de algo así. No sólo muchos habitantes de las ciudades jamás lo han presenciado, sino que la gran mayoría apenas lo recuerda de un año para otro.
En el paisaje hay exactamente la belleza que uno está preparado para apreciar, ni un gramo más. Lo que vea un hombre desde determinada cumbre, será tan diferente de lo que vea otro como lo son ambos entre sí.
El hombre sólo ve lo que le interesa. Un botánico absorto en el estudio de las hierbas, no distingue el más grandioso de los robles de las praderas. Es como si anduviera debajo de los robles sin darse cuenta o, como mucho, sólo viera su sombra. Mi experiencia me indica que hace falta una intención diferente al observar, en el mismo sitio, para ver diferentes plantas, incluso cuando están tan estrechamente relacionadas como las juncáceas y las gramíneas.
Henry David Thoreau
Colores de Otoño(libro en internet)
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