Como un lobo,
devoraría al burocratismo.
A las credenciales,
no les tengo respeto.
Pueden irse,
a todos los diablos...
cualquier papel,
pero éste...
Por el largo frente,
de cupés y camarotes,
un funcionario,
se mueve saludando.
Todos entregan los pasaportes,
y yo entrego
mi librito escarlata.
Ante algunos pasaportes,
una sonrisita en los labios.
Ante otros,
un desprecio único.
Con respeto,
por ejemplo toman,
al pasaporte inglés,
con un león grande de cama de dos plazas.
Sacando los ojos fuera de las órbitas,
sin dejar de inclinarse,
toman,
como si tomaran una propina
al pasaporte norteamericano.
Al polaco,
lo miran,
como un chivo mira un cartel.
Al polaco,
lo miran con ojos asombrados,
ceñidos en su chaqueta policial,
como quien dice:
-¿De dónde,
y qué es,
esa novedad geográfica?
Y sin dar vuelta la cabeza,
sin manifestar asombro alguno,
toman sin pestañear,
el pasaporte dinamarqués,
y de otros tantos suecos...
Y de pronto,
como si se hubiese quemado,
torció la boca el señor.
Es que...
el señor funcionario toma,
mi pasaporte de color escarlata.
Lo toma,
como una bomba,
lo toma,
como a un erizo,
como si tomara una navaja afilada,
lo toma,
como una víbora de cascabel de veinte
aguijones.
Le hizo un gesto significativo al changador,
para que llevara gratis las cosas.
El gendarme,
mira interrogante al pesquisa,
el pesquisa,
mira interrogante al gendarme.
Con qué placer,
de casta de gendarmes,
me azotarían,
o me harían crucificar,
por tener en las manos,
el pasaporte soviético,
el de la hoz y el martillo.
Yo,
como un lobo,
mordería al burocratismo,
a las credenciales,
no les tengo respeto.
¡Que se vayan,
todos al diablo,
cualquier papel,
pero éste!...
Yo saco,
del bolsillo,
de mis enormes pantalones,
un duplicado del pasaporte-,
carga de poco peso.
¡Leed,
envidiadme!
Yo soy
ciudadano,
de la Unión Soviética.
Vladimir Maiakovsky
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